Decidida a mantenerme en actitud proactiva, salgo a conocer el medio. No dispongo de mapas, ni de brochures de rutas turísticas y me siento incapacitada para interpretar correctamente las indicaciones que me ofrecen pacientemente los lugareños para llegar hasta un incierto destino final (entre mi torpezas con las izquierdas y derechas y que en Nicaragua, las direcciones se describen por cuadras hacia el norte o sur y yo nunca sé por dónde cae el sol) así pues, me veo obligada a aventurarme por los senderos, confiar en algún santo con gps que quiera prestarme protección y preguntar como unas mil veces si voy por buen camino (lo de parecer idiota ya lo he conseguido desde la salida del hotel) El ingrediente que falta es que, hasta que no voy acostumbrándome a la idiosincrasia del paisaje, no percibo si mis temores son infundados o no: ¿sabré enfrentarme a los bichos xxl tropicales? ¿a quién aviso si me pierdo? ¿son peligrosos esos machetes gigantes que portan los cortadores de plátanos?
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