Si comparo mi cabaña con las viviendas de materiales naturales en las que habitan las comunidades escondidas entre plataneros o hago un paralelismo con el zulo en el que sobreviví en el backstage de París, puedo concluir que vivo en un palacete. La cama es grande y tengo un enchufe (un lujo); el baño es funcional y lo comparto con unas hormigas con extrañas costumbres británicas: todas las noches, con una escrupulosa puntualidad, entre las 21 y las 22h se dan cita en la taza del váter, campean a su aire y desaparecen más tarde (desconozco sus rutas de entrada y salida) para no volver hasta la noche siguiente. Me gusta mi guarida.
me encanta tu cabaña!
ResponderEliminaraunque parece que no hay armario...
está super bién y encima tienes compañia!
tus padres habrán pagado a las hormigas para saber que a esas horas ya estás en casa...si es que lo que no hacen los padres no lo hace nadie!
besos!