lunes, 28 de marzo de 2011

a caballo

Con la gran experiencia que me brindó la única vez en mi vida que he montado a caballo, me arremango el coraje, me visto con el talante de amazonas y acepto la propuesta de Willi (alias Chocolatito), un joven guía con carácter emprendedor, de ir de paseo hasta la playa con un equino entre las piernas. Nos damos cita a las 6h para ir hasta el picadero, que resulta ser la casa de un agricultor que renta los dos caballos con los que realiza las labores del campo. Y de repente, todos los pasos se aceleran y mientras voy repitiendo y repitiendo que tengo un nivel de principiante, ya me tienen a lomos del animal, me dan las dos cuerdas y me dejan suelta al grito de “jálale despacito y se parará”: falso. Con algo así como la valentía de los temerarios, recorro los 10 km de paseo por caminos de tierra, carretera y costa, agradeciendo que mi caballo, que es albino de mirada esquiva, sea además, de personalidad gregaria y siga al guía (que no entiende de nociones básicas de manejo del asunto). El espectáculo comienza cuando hemos de reemprender la vuelta y se confirma la advertencia matutina del propietario de las bestias “cuidado con el más joven que se embravece al montarlo” y el guía, experto jinete, no consigue de ningún modo sujetar al susodicho que se echa a correr todo ufano por la arena. Escena final: ahí nos tenéis a Chocalatito  y a mi intrépida persona, subidos en un mismo caballo y muy apretados en la misma silla, de regreso al hogar mientras el caballo que apuesta por la autodeterminación, nos sigue a unos metros. El orgullo y lo cómico de la situación, nos hacen mantener la mirada alta y hacer como que no escuchamos los mil comentarios picantes y burlescos de las personas que nos encontramos por el camino aludiendo a la gran picaresca que ha tenido que demostrar el guía para conseguir cabalgar agarradico a mi espalda. Yo voy tranquila al respecto pues Willi, después de media hora avanzando en semejante estado, en voz extremadamente baja, me confiesa al oído “no podría embravarte aunque quisiera, que tengo los huevos tumecidos”… Asi que, cotocloc cotocloc continuamos avanzando I'm a poor lonesome cowboy I've a long long way from home

mis segundos canadienses


Si el estereotipo marca que el mundo y los aledaños de la cooperación están llenos de canadienses, he aquí mi segundo encuentro con ellos. En este caso se trata de Marta y su pareja, que gestionan y dirigen, de manera voluntaria, proyectos de desarrollo financiados con fondos de un conjunto de donantes particulares de su país; a pesar de no estar constituidos como ONG, siguen los preceptos de trabajo directo con la comunidad en el diseño, ejecución (la población ha de aportar obligatoriamente la mano de obra) y evaluación de los proyectos. Marta vive durante 6 meses al año en Ometepe, en una casa estilo Robinson construida con madera y caña y mucho gusto por su pareja, que es carpintero, y el resto del año, trabajan en Canadá donde ahorran lo suficiente para poder compaginar sus dos escenarios vitales. Uno de los proyectos implementados este año ha sido un tramo de la canalización necesaria para concluir el proyecto de abastecimiento de agua en el que también trabaja la asociación con la que colaboro y, como lo acababan de finalizar y se marchaban de vuelta a su país, la comunidad organizó una comitiva de despedida y me invitaron a unirme con ellos. A las 7h de la mañana, montados todos -unos 30-  en un camión platanero, recorrimos los 20 km de pedregal que distan hasta el hogar de los canadienses; cargaban con sus propias sillas, con dos pasteles, bebida y un cesto lleno de frutas a modo de regalo, todo pagado a través de recolecta colectiva entre los habitantes de una comunidad que figura oficialmente en el listado de territorios de extrema pobreza de Nicaragua (con unos ingresos que no alcanzan los 3$ al día)… de nuevo una demostración de que la generosidad es una actitud vital no ligada a la riqueza. Y oh sorpresa, me tenían reservado una bolsa con una sandía y un melón que me ofrecieron como un obsequio por ser cómplice del evento y que yo recogí con la emoción propia del momento. Para sellar el acto, el pastor evangélico que acompañaba al séquito, bendijo el viaje de vuelta de los canadienses y el líder de la comunidad agradeció de forma digna y elegante el trabajo compartido y Marta, con su característico histronionismo y su total ausencia de paternalismo, sólo coreaba “qué alegre, qué alegre todos”.

jueves, 24 de marzo de 2011

subida a la cascada

Cascada de San Ramón, un ascenso a través del típico paisaje del programa de De la Quadra Salcedo… plantas tamaño hiperbólico, toda la paleta de verdes posibles (superando a la de los polos Lacoste), el ladrar de los monos de fondo y al final,  cascada en la que poder pornoremojarse en plan anuncio de Acqua di Gio: un paraíso. Para poder acceder a este paraje, es necesario atravesar una finca privada, repleta de árboles frutales y de sus consecuentes carteles de advertencia contra los hurtos, lo que no resultaría desconcertante si no fuera por el hecho de que el propietario de estos terrenos es un ladrón que no sólo los ha comprado a precios irrisorios a pequeños campesinos motivados por poder obtener liquidez de forma rápida, sino que además, se ha apropiado de las fuentes y manantiales que bajan del volcán Maderas y de donde se abastecía toda esta población; ahora el caballero vende este mismo agua embotellada… la versión más burda del triunfo del caciquismo sin los tintes novelescos del realismo mágico.

08 de marzo: día de la mujer trabajadora

A ver si nos suena: las principales reivindicaciones de las asociaciones y grupos de mujeres en la celebración del 08 de marzo giraban alrededor de tres temas: el primero y más persistente, la urgencia de establecer leyes que protejan a las mujeres de la violencia machista bajo el lema “castigo para los agresores, justicia para las mujeres”; el segundo, la demanda de reconocimiento de la capacidad de tomar sus propias decisiones “económicas e íntimas”, referidas especialmente a la autonomía para generar sus fuente de ingresos y para tener voz y voto en las decisiones del hogar y de la comunidad, para lo que se coreaba un “si no podemos participar, no podemos decidir”; y el tercer tema protagonista de la marcha giraba entorno a la reclamación del aborto terapéutico (aquel que se aplica en caso de peligro para la madre o en caso de violación), eliminado a las bravas y en contra de la constitución por el gobierno sandinista, supuestamente libertario, pero también temiblemente apegado a la iglesia católica. Tras la manifestación por las calles con banda de música (todo en formato insular), hubo representación teatral-ejemplarizante sobre los embarazos precoces y se culminó con la presentación de dos campañas, una de prevención del turismo sexual (gran amenaza para los destinos turísticos incipientes en Centroamérica) y la otra de respeto hacia las diferentes opciones sexuales (hace unos meses, en Ometepe se detuvo a un homosexual que fue violado por un policía y sus colegas en la cárcel, creando –afortunadamente- un gran revuelo en la población), haciendo especial hincapié en el derecho a decidir sobre el cuerpo y el propio placer, con dos eslóganes que rezaban “mi cuerpo es mío: no se viola, no se vende, no se mata” y “yo soy la mujer de mi vida”. Nada nuevo bajo el sol, ni siquiera esa tentadora y simplona manera de posicionarse de algunos varones (también de los técnicos de la asociación) adjetivando al feminismo de radical y extremista…un déjà vu que no invita al optimismo.

paseo por los alrededores

Decidida a mantenerme en actitud proactiva, salgo a conocer el medio. No dispongo de mapas, ni de brochures de rutas turísticas y me siento incapacitada para interpretar correctamente las indicaciones que me ofrecen pacientemente los lugareños para llegar hasta un incierto destino final (entre mi torpezas con las izquierdas y derechas y que en Nicaragua, las direcciones se describen por cuadras hacia el norte o sur y yo nunca sé por dónde cae el sol) así pues, me veo obligada a aventurarme por los senderos, confiar en algún santo con gps que quiera prestarme protección y preguntar como unas mil veces si voy por buen camino (lo de parecer idiota ya lo he conseguido desde la salida del hotel) El ingrediente que falta es que, hasta que no voy acostumbrándome a la idiosincrasia del paisaje, no percibo si mis temores son infundados o no: ¿sabré enfrentarme a los bichos xxl tropicales? ¿a quién aviso si me pierdo? ¿son peligrosos esos machetes gigantes que portan los cortadores de plátanos?

miércoles, 16 de marzo de 2011

mi primer canadiense

Pues sí, como había pronosticado, siempre hay un canadiense pululando por el mundo, y yo ya encontré al mío en formato pareja de jubilados que visitaban el país con sus gorras Coronel Tapioca, sus ganas de hacer amigos para que sus facebook sean más coloridos y una temida tentación de regatearlo todo, porque al parecer, lo de conocer un país centroamericano tendría que ser garantía de no pagar ni lo que es digno de pagar a precios que, comparativamente, siguen siendo insignificantes para sus bolsillos (resulta ser más tolerable pagar por visitar pasajes naturales en países ricos en concepto de salvaguarda del medioambiente que en los pobres, en supuesto concepto de usura) A pesar de no compartir paradigma, compartí con ellos, mi primera excursión a una piscina natural llamada "Ojo de Agua". Con nosotros estuvieron Cendrine y Philippe, dos suizos inquietos, deportistas y grandes conversadores, que se decicaban a viajar (que no a  turistear) desde hacia tres meses desde México hasta Costa Rica.
El lugar es fantástico aunque hay que pagar lo equivalente a 2$ para entrar, lo que lo convierte en espacio vetado para la gran mayoría de la población autóctona; comimos de parrillada, escuchamos la música bailona de los coches y buscamos sombra para echar la siesta... es decir, el espíritu dominguero trasciende fronteras

la cabaña: entresijos


Si comparo mi cabaña con las viviendas de materiales naturales en las que habitan las comunidades escondidas entre plataneros o hago un paralelismo con el zulo en el que sobreviví en el backstage de París, puedo concluir que vivo en un palacete. La cama es grande y tengo un enchufe (un lujo); el baño es funcional y lo comparto con unas hormigas con extrañas costumbres británicas: todas las noches, con una escrupulosa puntualidad, entre las 21 y las 22h se dan cita en la taza del váter, campean a su aire y desaparecen más tarde (desconozco sus rutas de entrada y salida) para no volver hasta la noche siguiente. Me gusta mi guarida.

martes, 15 de marzo de 2011

Hotel Central

Instalada en el municipio de Altagracia, en el Hotel Central, escenario perfecto para una telenovela sobre dueños de cafetales. En su interior hay un jardín coquetón (que es lo que tiene el trópico, que de cualquier macetero nace un vergel) y en mitad de él, está mi cabaña. Consta de una habitación, cuarto de baño y abanico (véase, un ventilador), además de unas más que imprescindibles mosquiteras en las ventanas. Lo mejor es su porche, que me espera con dos mecedoras que invitan a la molicie sin contemplaciones. Después de la primera  noche descubro que el único problema que me escondía la guarida era el riesgo a morir de un ataque al corazón cada vez que cae un mango estrepitosamente sobre su tejado de uralita y resuena cual bomba traicionera... estas son, por el momento, mis grandes emociones nocturnas: sobrevivir a un mango mercenario.

barco a Ometepe

Montamos en el barco Che Guevarra (por estas tierras los iconos de camisetas le ceden su nombre a objetos más pragmáticos) para navegar durante una hora por el lago Cocibolca. Son las 7h de la mañana y el sol es abrasador... un gusto tenerlo como aliado. Comienzan a vislumbrarse la silueta de los dos volcanes... un amanecer de postal ñoño me da la bienvenida y yo me dejo seducir por la cursilería del momento

compañeros de camino

A las 4:30h empredemos camino hacia Ometepe: un poco más de una hora por la carretera transamericana (un carril por sentido y un gentío en los arcenes) hasta llegar al embarcadero de San Jorge. Voy con mis compañeros técnicos de la asociación con la que trabajo: Rolando, ingenierio que coordina los proyectos (con los brazos cruzados) y Jarock, que gestiona logística y cuentas; ambos se muestran acogedores y abren el canal comunicativo sin protocolos. El nivel de discurso y de implicación es elevado... no rezuman peñuquismo autocomplaciente, y lo agradezco enormemente

la capital


No puedo, no puedo, no puedo ser políticamente correcta: Managua es fea. Derruida  por el terremoto de 1972, es una ciudad reconstruida sin ganas, sin medios, sin planificación y con el temor latente de que pueda volver a temblar. Le salva la vegetación anárquica que nace en cunetas, avenidas o parterres sin intención de serlo;  el tráfico responde a las reglas de la selección natural de las especies: gana el más fuerte. Las advertencias contra los robos son constantes, de tal manera que te sugieren que adoptes unas costumbres de prevención que la población tiene naturalizadas y frente a las que yo me siento una neófita: ir sin joyas, no mostrar bolsos o mochilas que sugieran que portas algo de medio valor, no teléfono móvil mientras paseas y mucho cuidado con tomar taxis que no sean de confianza pues pueden convertirse en potenciales ladrones. Es cierto que, a primeras, semejante hostilidad te coarta mucho la libertad de movimientos y que, manejando mejor la dinámica de la ciudad, probablemente se le pueda encontrar su punto; no tuve tiempo para ello.
Rescato de la capital los personajes que me han hecho, de manera voluntaria o no, de cicerones y que muestran algunas de las características contrastadas de la población nicaragüense: la amabilidad, la disposición a ser serviciales y un fantástico sentido del humor con tendencia a la autoparodia y a la eliminación de cualquier atisbo de gravedad y petardismo vital. De entre este elenco destacamos: C. que tuvo la paciencia de acompañarme a un supermercado y describirme las mil frutas y verduras que no conozco y explicarme, de paso, hábitos de la vida cotidiana; M. que me paseó en coche por la ciudad con sus dos hijos, me contó las historias políticas y culturales de cada rincón y me llevó aprobar un raspado, que es como un helado de hielo al que se le añade un jugo espeso de frutas de esas de las que no había oído hablar; L. que me puso los puntos sobre las íes sobre aquello de venir con aires de cooperantes (tipo “ojito bacalao niña por si tienes intención de pecar de arrogancia etnocéntrica”); Don Juan, portero del hotel, un señor de 65 años que trabaja 12 horas por las noches de lunes a domingo todos los días del año (su patrón le permite librar una noche… que ha de recuperar el domingo por las mañanas), en fin, lo que viene a ser puritica esclavitud; y a O., un flechazo a primera vista, compañero de la asociación con la que trabajo, amante de Paris, de la hiperhigiene y de la ropa de marca, con un sentido de la ironía muy generoso, una gran profesionalidad y que tuvo el detalle de llevarme a conocer un poco de vida nocturna managüense a la par que compartir. Volveré a la ciudad, a reencontrarme con su parte antropomorfa.

aterrizaje

Tras el cierre de etapa caótico en Menorca –gracias de nuevo al equipo de logística que gestionó igual de bien mis bártulos que mis cócteles anímicos-  y del avituallamiento de consejos y cuidados en Madrid, me embarco en el primero de mis tres aviones con un pensamiento recurrente: ¿quién me manda meterme en estos berenjenales? Despotrico contra mi alter ego y me juro intentar castrármelo a la vuelta. No obstante, los temores estaban centrados en el acto de volar, pero he aquí que la sesión de desprogramación del miedo a los aviones (y en su versión más incrédula: el efecto placebo) hace su función y no necesito recurrir ni a las drogas ni al vino blanco para sobrevivir. Adoro además al personal de vuelo de KLM, todas viejas glorias con cara de soportar turbulencias con elegancia. Primer triunfo sobre la incertidumbre. Sigo expectante. Adentrarse en el trópico con mochila de 22’5kg y aspecto de perdida es menos literario que visualizarte en un libro de Sepúlveda