Comienzo grandioso de las vacaciones de Semana Santa: subida de los 1.494m del volcán Maderas, de bosque tropical húmedo y culminado por un cráter que alberga una laguna. A las 5:00h nuestro guía espera puntual, una de las muchas demostraciones de lo profesional que resultó ser. Me acompañan mis dos menorquinas, treintañeras, cuestión ésta que se nos hace patéticamente patente en la primera hora de subida cuando notamos que no nos responde la capacidad pulmonar que preveíamos. Y a partir de ahí, todo fue un muestrario de decadencia de nuestro antaño esplendor corporal, unido a un sudor que nos empapaba el orgullo a fondo. Afortunadamente, a nuestros 30 (y pico) años hemos de sumarle nuestra capacidad de superación y de autoparodia con lo que, el equipo de lisiadas alcanzó la cumbre… y consiguió bajar, que era igual de difícil dado el barrizal y la pendiente. A mi rodilla derecha se le ocurrió inflamarse y con ello, convertirme el descenso en una prueba de resistencia… así que me enganché a un palo e hice mi particular Jacobeo. El guía, compasivo, nos regaló, muy dignamente, paradas y explicaciones cada media hora (y sólo por eso, ya se merece foto en el blog). En total - incluido descanso en el cráter rodeado de vegetación hiperbólica- invertimos 9 horas en ir y volver con una moraleja: nuestros cuerpos tienen limitaciones, nuestro carácter-pecho-palomo aún no.
VAYA TEZ MORENITA ME GASTA LA NIÑA. LA ENVIDIA ES CADA VEZ MENOS SANA. Y NO OBVIEMOS EL TÉRMINO TREINTAÑERA QUE YO YA NO PODRÉ ADJUDICARME SIN QUE ME CREZCA LA NARIZ... (ME GUARDO EL CHISTE FÁCIL)
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